
Somos especiales
El tiempo nos define por nuestra historia. Hoy quiero recordar el valor de todos aquellos que nacimos entre 1952 y 1979. Somos actores de algo que nuestros padres no podrían ni soñar: fuimos testigos únicos, los primeros, de un cambio profundo en las tecnologías que dieron pie a la vida moderna. Vimos cómo la casa que compraron nuestros padres hoy vale 20 o 30 veces más.
Somos la última generación que jugó en la calle y en los recreos del colegio a las canicas, a los quemados, a las escondidas, al resorte, al avioncito, al “Amo-a-to”, al “Stop”… Pero además, fuimos la primera generación que jugó con videojuegos, con aquel PAC-MAN y los Ataris. También fuimos los últimos en escuchar novelas y programas en la radio de nuestros abuelos, y nos tocó disfrutar de días de campo donde la comida se servía sobre un mantel en el pasto. Estas experiencias las llevamos en el corazón.
Fuimos los últimos en escuchar música en discos de acetato —aquellos pequeños de 45 RPM y los grandes LP de 33 RPM—. Comenzamos a grabar nuestra propia música en casetes y vimos, por primera vez, películas en videocasetes Beta y luego VHS. Somos los orgullosos pioneros del Walkman y los CDs.
Nos etiquetaron como “Generación X”, un término que suena despectivo. Alguien, con poco respeto por el pasado, decidió que valíamos poco… ¿pero poco comparado con qué? Aún no entiendo ese título ni su tono peyorativo.
Vivimos la época dorada de la televisión: las primeras caricaturas a color, series como Salvados por la Campana (con todo y Screech) o Beverly Hills 90210 (lo máximo en su momento… véanla ahora y me cuentan). Lloramos con Mundo de Juguete, Heidi, El abuelo y yo, y nos desesperábamos si no llegábamos a ver La Familia Partridge, Meteoro, Astroboy, El Gran Chaparral, Perdidos en el Espacio, El Crucero del Amor, Chespirito, La Criada Bien Criada, Ensalada de Locos, Corre, GC, corre, El Tío Gamboín… La hora de dormir la marcaba La Familia Telerín. ¡Qué recuerdos!
Aprendimos de golpe sobre el terrorismo con la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre, pero de niños vimos justicia global cuando cayó el Muro de Berlín. Nos adaptamos a las computadoras que a nuestros padres jamás les tocó usar. Y, a diferencia de los niños de hoy, nunca vimos a quienes no sabían usarlas como “retardados desesperantes”.
Vimos los milagros de las primeras calculadoras manuales, las PCs con pantallas de cinescopio enormes, y los primeros celulares —ladrillos por tamaño y peso—. Creímos que Internet sería el principio de un mundo libre…
Somos la generación de Cachirulo, Ultramán, Don Gato, G.I. Joe, Los Picapiedra, La Familia Monster, Tom y Jerry, Los Locos Addams, Los Beverly Ricos, La Isla de Gilligan, El Correcmainos, Mi Oso y Yo, Combate, Bonanza, La Pantera Rosa, Los Supersónicos, El Pájaro Loco, Candy Candy, Sandy Bell…
Crecimos escuchando a The Beatles, Rolling Stones, Creedence, The Who, Led Zeppelin, Carpenters, Jackson Five, Guns N’ Roses; y en español, a Soda Stereo, Mecano, Flans, Hombres G y Locomía (con sus abanicos). En la música grupera, los Bukis (cuando Marco Antonio Solís era humilde), Los Temerarios y los eternos Tigres del Norte.
Fuimos la última generación en hacer mandados en bicicleta, en usar la bolsa de cuadritos para ganarnos unas monedas… Algunos hasta levantábamos las tortillas o el pan del suelo y los poníamos en la mesa con remordimiento. ¡Hoy ningún niño lo haría por miedo a las bacterias!
Este mensaje es para quienes nacieron entre 1960 y 1979. ¡No sé cómo sobrevivimos! Viajábamos en autos sin cinturones, los bebés sin sillas especiales, y sobrevivimos a choques sin airbags. Aguantábamos viajes de 10-12 horas sin parar cada hora. No había puertas con seguros, ni frascos de medicinas a prueba de niños.
Andábamos en bici sin cascos ni rodilleras. Los columpios eran de metal, las resbaladillas con puntas oxidadas. No había celulares; cargábamos libros, cuadernos y lonches en mochilas de cuero sin rueditas. ¡Cuántas veces se rompieron y recogimos todo del suelo!
Comíamos gansitos, paletas de esponja, motitas y tomábamos Boing, pero no éramos obesos. Compartíamos botellas y solo nos contagiábamos de piojos (que se curaban con vinagre caliente). Rezábamos por enfermarnos de varicela para tener “vacaciones” en casa.
No teníamos PlayStation, ni 999 canales, pantallas planas, MP3 o Internet, pero nos divertíamos con globos de agua, fut en la calle, o jugando a los vaqueros. Ligábamos jugando “a la botella” o “verdad o castigo”, no en chats peligrosos. No necesitábamos Facebook para existir: bastaba un chiflido para reunir a la cuadra.
Nos apodaban “el güero”, “la china”, “el chaparro”, pero todos éramos del mismo grupo. Asumíamos nuestras acciones sin evadirlas como hoy. Tuvimos libertad, fracasos, éxitos y responsabilidad.
Hoy somos la generación madura que sostiene esta sociedad. Por eso te invito a retomar nuestro valor en nuestros retiros de tres días. Seguimos siendo productivos, activos y útiles para nuestras familias y empresas.
Desde Europa, te mando un abrazo.
Dr. Roch